miércoles, 10 de octubre de 2018

Bella abanquina: 
Quizá un pintor, mago invisible del Ampay, trazó un tallo de un verde oscuro. A las hojas les dio la forma de su corazón apasionado, y las fucsias floraciones, las pintó con dos pétalos a cada lado. Es el color de las lilas, que se extienden cual alas púrpuras, imaginando volar y dan lugar a un intenso morado, rugoso, terso que anuncia la tarde cálida en los sotos del bosque. En la corola un radiante sol, con el amarillo ocaso. Quienes soñaron su aroma en el bosque de intimpas, las miran absortos, como si ante ellas, el milagro de la vida silvestre se abriera. No tiene otro nombre mejor, que ¡bella abanquina¡.
En el clima primaveral de Abancay, no sería raro encontrar una flor hermosa, ella es la “La Bella Abanquina”. La que se encuentra catalogada como la flor ícono o emblemática. 
La Bella Abanquina, es una flor que tiene los pétalos de color palo rosa, con forma de corazón, son solo dos pétalos, uno a cada lado, en el centro tiene una forma de sol. 
Bella Abanquina, su nombre científico es “Dalechampia aristolochiifolia” (alas púrpuras). Es una cepa de rápido crecimiento, pertenece a la familia del euforbio (Euphorbiaceae), las hojas son texturadas y en forma de corazón. Las "floraciones" tienen una pequeña porción de amarillo rojizo en el centro en las flores hembras, esta es una estructura llamada pseudanthia. Las dos brácteas de la flor son grandes y circundantes, de color fucsia púrpura y miden de 2 a 3 pulgadas deancho y largo. Los bordes son aserrados y las venas prominentes. Estas brácteas de las flores, son como mariposas púrpura, aparecen casi todo el año con pico de floración desde verano a otoño. La planta se mantiene bien a pleno sol y sombra y necesita agua permanentemente. Florece menos y es menos vigorosa y cuando está en un clima seco. Es resistente a los 20-25 grados centígrados. Esta planta es nativa de bosques estacionales en el Perú. El nombre del género honra a médico francés del siglo XVI y escritor Jacobus Dalechampius, también conocido como Jacques d' Alechamp. 







El epíteto específico (aristolochiifolia) es en referencia a las hojas como las de la aristoloquia en el género Aristolochia. Inicialmente esta planta en 1993, era catalogada como Dalechampia dioscoreifolia, un nombre válido de una especie similar que va desde el sur de Costa Rica a Bolivia y Brasil occidental. Durante más de 20 años, se la conoció con este nombre, pero resulta evidente ahora que fue mal identificada y ha sido en cultivada en California bajo este nombre, cuando en realidad se trata la especie peruana, Dalechampia aristolochiifolia. Otros nombres comunes que se han asociado con esta planta, que se conocen en Costa Rica mariposa son vid, vid de Bowtie, flores de Crepe de seda. Esta descripción se basa en investigaciones y observaciones de esta planta que crece en nuestros viveros.
No dejemos pasar la oportunidad de tener en nuestros jardín, en nuestras macetas, en las azoteas grises de Lima o los tejados cubiertos de sol de Abancay, relucientes bellas abanquinas, esperando el ocaso.

Luechevi. Fragmentos del libro: Abancay, trazos de su historia.

COLEGIO GRAU

La historia es la memoria y el recuerdo,
ambas nos dan la identidad que necesitamos
y el orgullo que presumimos,
como ex alumnos del “Colegio Miguel Grau”.

Hace 129 años, un 27 de junio aulas abriste, colegio Grau.
En Miscabamba, una casa antigua te albergó. Eran tus inicios.
Iniciativa fuiste de nuestro héroe José Antonio Ocampo, el pro hombre,
Que, en la guerra con Chile, cambiara: hacienda por ejército. 

Por más de 40 años, religiosos mercedarios, nos dieron los grandes pasos del saber,
Entre tus aulas de angostos corredores  artes y ciencias con tesón eran impartidas
conocimientos que en miles de vidas vivieron sus alumnos.


Si el primer alumno viviera, fuera un exquisito, ser sesquicentenario, un abuelo de 150 añales, que cosas nos contaría: que la vida ¿es una ilusión, un bien pequeño, que apenas gozamos? Un esfuerzo una lucha, una siembra de linaje, obras o hijos ¿inútiles devaneos?
ustedes  en este dos mil dieciocho, tienen al respuesta

Nuestra tierra, edén de las “bellas abanquinas”, del Ampay, Macchu Apu, protector. Del romántico Mariño, de la erguida y punzante Intimpa:  paraíso fuiste Grau; colegio de miles de agradecidas almas por las artes y ciencias recibidas.

Sin embargo, no solo el saber y la lectura los espíritus abrieron, pues:
Cuantas gestas, contra la injusticia se forjaron en tus aulas Colegio Grau:
Apoyando a los colonos de Patibamba, removiendo directores o abusos de autoridades,
aún en contra de los clérigos que sólo rezar pedían, para los problemas resolver.

Cómo olvidar a nuestros profesores, directores auxiliares, pre militares y músicos, y artistas alborotados. El rey de la pelota, el príncipe del trompo, El gallo del farfancho, el tirador del Mauser el afanoso del nado, el púber jinete a caballo, el actor, el cuenta cuentos y el poeta.

Escucho aún el matemático celo del profe: Resuelve teoremas y no escribas poemas:
Y la ingeniosa respuesta de Pelton el vate; Música; bendita seas tú, que reinas en las entrañas del oboe y el bongó que te sientas en el equilátero y el cubo.

Siempre hubo, en cada salón, el líder, El mandón, el chancón y el sabiondo.
Aprendimos a vivir, quizá tanto más que geometría o química, a competir,
más que a conformarse, a luchar por ser mejores Grauinos, mejores estudiantes grandes personas.  

Tienes un año más de existencia, colegio añejo; centenario y viril, per viviente de mil crisis ganador incuestionable, bajo la égida, la sombra tutelar del héroe de Angamos,
nos llevaste tu enseña al triunfo en el saber,

No hay institución superior educativa, que en el Perú no haya visto
brillar a un grauino:  a un recio cholo de Apurímac de sus tierras altas
o un citadino urbano de palmeras o intimpas, o del hacendado el hijo.
 
Colegio Grau, vives muy dentro del alma te llevamos en la conciencia, bajo el baluarte
de las artes y las ciencias.

L. Echegaray

viernes, 5 de octubre de 2018

ABANCAY

La dualidad de ciudadanos.
Después de la llegada de los chapetones y bachiches, dígase españoles e italianos, Abancay empieza a desarrollar un cosmopolitismo, digno de una “belle epoque”. El aire europeo contagio toda la pequeña sociedad, subsumiendo, de algún modo, a la población urbana y elitista. Los hacendados impusieron costumbres, llevaron una vida plena de lujos, sin que se omitieran, en lo posible, los detalles que marcan la clase y la alcurnia. Es sabido que en Illanya se tocaba el violín Stradivarius original y los pianos, eran comunes en las casas hacienda. La vajilla y la cristalería eran venecianas o francesas. Los muebles al estilo Luis XVI francés, conocido como Style à la grecque (Estilo a la griega) que había aparecido como vanguardia del Estilo Luis XV como Rococó, poblaban todas las habitaciones.

Los dormitorios también contaban con camas isabelinas con techo de nogal y caoba, con cabeceros ornamentados y otros enseres a todo lujo.
A la hora de las comidas, había en la hacienda un movimiento intenso, llegaban a menudo autoridades provinciales, ganaderos acaudalados, los comerciantes en aguardiente y chancacas; a todos ellos se les brindaba alojamiento y participaban de la mesa. La mesa era atendida por cerca de una docena de sirvientes, quienes acercaban a los comensales, los diversos platillos preparados en la cocina. Cerca de la mesa tomaba su lugar un pianista o un violinista, para el entremés musical. Las bebidas eran producidas en las haciendas, sin escatimar la calidad y el proceso. El vino de Villagloria, el ron de Patibamba, el aguardiente de caña y otras espirituosas bebidas eran servidas en una cristalería fina.
Las haciendas cañeras tenían entre sus instalaciones un trapiche o molino de caña, bien acondicionado, las pailas de cobre y otras instalaciones como el alambique para la destilación del aguardiente, otras maquinarias para la elaboración de azúcar, la mantequilla, y el ron.
Daba prestancia y buen gusto a la hacienda el zoológico propio, las jaulas de animales salvajes: puma, zorros, monos, loros, etc.
Igualmente, las haciendas tenían su propia iglesia o capilla, para los servicios religiosos, incluso para el entierro de alguno de los terratenientes. Las capillas estaban orladas a la usanza de las iglesias de la época, con murales alusivos a la religión o frescos sobre la pasión de Cristo. Los altares estaban tallados en madera y ocupaban todo el altar mayor. 
Al mismo tiempo que la hacienda palpitaba de una vida boyante, los colonos o runas vivían una vida de pobreza, hacinados en chozas, tal como lo estuvieron los negros en norte américa en las haciendas de la época de la esclavitud.
Una familia común de colonos trabajaba dentro de los linderos de la hacienda, en las tierras de su hacendados, tenía un pequeño rebaño y, un cultivo y por último, tejía. De preferencia eran las mujeres las que cumplían la tarea de hilado y tejido. Podríamos decir que la vida de los campesinos en la sierra casi no había variado desde la época virreinal. 
Del libro ABANCAY.

Luis Echegaray V.
Autor.
luechevi@yahoo.com